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¿Sabes qué es un vuelo humanitario y uno de repatriación?
Tanto los vuelos humanitarios como los de repatriación, son figuras que se utilizan para traer de vuelta al país de origen, personas que se encuentren atrapadas en otro país.
En concreto, el vuelo humanitario transporta pasajeros bajo tratamiento médico, cuya vida corre peligro o aquellos que llevan insumos médicos y alimentos.
El viaje de repatriación, que fue el mío, consistía en un vuelo charter especial, organizado por el gobierno colombiano, para traer de vuelta a personas que nos encontrábamos en Oceanía, Sudeste Asiático, India y Europa y que, por restricciones en la navegabilidad aérea a nivel mundial, para contener la propagación del COVID-19, solo podía realizarse bajo esta figura.
¿Cómo fue la experiencia de viajar en un vuelo de repatriación?
Mi viaje de regreso a Colombia fue totalmente atípico, estresante y bastante costoso. Pero aun así, no cambiaría nada, fue una gran experiencia, la cual quiero compartirles en esta oportunidad.
Corría el mes de marzo de 2020 en Sydney (Australia), cuando comenzó el confinamiento a raíz del COVID-19, cerraron la escuela donde estaba estudiando inglés, afortunadamente esa semana terminaba el curso y disponía de un mes adicional de vacaciones para ir a Nueva Zelanda; mas, todo quedó diluido cuando me enteré que cerraron las fronteras en ese país, así como las de Australia y las de Colombia.
De otra parte, mi visa se vencía en abril y al no poder viajar en la fecha estipulada, debía realizar trámites para una nueva; sin embargo, ninguna entidad competente para este fin me daba razón alguna sobre la forma como debía proceder. Después de varios de días de incertidumbre, solicité una visa de turista.
Por esos días, me enteré en un grupo de Facebook, que el gobierno colombiano tenía planeado realizar dos vuelos humanitarios, el primero saliendo desde Melbourne y el segundo, saliendo desde Sydney en una fecha posterior. Mi rostro se desencajó una vez me enteré del valor del vuelo, el cual ascendía a USD $2.860, unos COL $11.200.000. Luego de analizar la situación, tomé la decisión de viajar y el dinero que tenía reservado para Nueva Zelanda, lo invertí en el vuelo de repatriación.
Llegado el mes de mayo, el Embajador anunció que se cancelaba el vuelo desde Sydney y sólo quedaba el de Melbourne, así que tuve que adelantar el viaje. El vuelo tenía la siguiente ruta: Melbourne- Jakarta- New Delhi- Amsterdam- Bogotá, con la aerolínea Garuda Indonesia. Mejor dicho, era como recorrer medio mundo, pero sin conocer nada.
El pago del tiquete fue toda una odisea, dado que la plataforma no era muy amigable que digamos, era muy lenta y la factura estaba en Rupias de Indonesia. El proceso de pago en línea se demoró hora y media, fuera de eso no me dieron tiquete y no sabía si había quedado registrada en el vuelo. En vista de la incertidumbre, envié un email al Consulado con el pago de la factura, para que ellos se lo enviaran a la aerolínea; luego me respondieron dando un parte de tranquilidad.
Faltando un día para el viaje a Melbourne, me informaron del Consulado, que ellos solo cubrían los gastos del autobús de Sydney a Melbourne y que, como el recorrido superaba los 1.000 km, aproximadamente unas 12 horas de viaje, debíamos hospedarnos en un hotel en esa ciudad, por cuenta de cada uno. Este fue un gasto adicional con el que no contaba, pero que debía asumir.
Se llegó el día del viaje para Melbourne, nos encontramos a las 6 am en la city, estaba aún oscuro y comenzaba a llegar la gente. Nos ubicaron en dos buses, debidamente distanciados. A continuación, les muestro las últimas fotos que tomé de Sydney, desde el autobús.
Con el pasar del tiempo, empezamos a conversar con las personas más próximas, a romper el hielo y a escuchar las historias de cada uno, fue realmente conmovedor la forma como se despertó la solidaridad de los colombianos en Melbourne, a algunos de mis compañeros les brindaron alojamiento, alimentación y transporte hasta el aeropuerto.
La noche anterior al vuelo humanitario, casi no dormí, por la expectativa que me generaba el viaje que iba a emprender.
Una vez en el aeropuerto de Tullamarine en Melbourne, presentamos la documentación requerida para el vuelo humanitario, consistente en un acta de compromiso, en la cual debíamos cumplir el aislamiento obligatorio y cubrir los costos derivados de nuestra estadía en Bogotá, un acta de repatriación, que nos autorizaba para realizar el vuelo humanitario, una declaración de vuelo juramentada, con la dirección donde íbamos a pasar la cuarentena de 14 días, datos personales y copia de la compra del tiquete aéreo.
Adicionalmente, sólo se podía registrar una maleta de 20 kg. Yo tuve que dejar una de las maletas donde mis familiares.
Y llegó el día del viaje…
Los tres primeros trayectos, esto es hasta Amsterdam, estuvimos debidamente distanciados. En el último recorrido, de Amsterdam hacia Bogotá, el avión se llenó. Éramos 366 pasajeros y no era posible el distanciamiento social. El baño, era el lugar que más desconfianza me causaba, porque no le hacían aseo constantemente.
Por disposición de la aerolínea, no era posible bajarse del avión al encontrarse cerrados todos los aeropuertos donde hacíamos escala, así que debíamos permanecer dentro del mismo. Sólo podíamos ponernos de pie en el puesto de cada uno. Era en esos momentos en los que la gente se quitaba la mascarilla y se reunía en grupos para conversar sobre sus historias, muchas de ellas, insólitas.
La alimentación era la de un vuelo comercial en clase económica; sin embargo, en el trayecto Jakarta -Amsterdam esta no fue buena, porque desayunamos 3 veces lo mismo: era un pan relleno con paté de carne, un bizcocho dulce, una chocolatina y agua. Fueron 15 horas en las que sólo tuvimos una comida fuerte.
Fue muy emocionante cuando llegamos al espacio aéreo colombiano, el Embajador de Colombia en Indonesia nos dio unas palabras de bienvenida al país y sonó una canción emblemática nuestra, llamada Colombia Tierra Querida, esto es para erizarse los pelos. La última tripulación fue muy amable y hasta una de las azafatas bailó, ellas también se veían muy a gusto con nosotros, porque era la primera vez que realizaban esa ruta.
Fueron en total 42 horas de viaje, incluidas las escalas, sin contar las 6 horas que debimos esperar en el aeropuerto El Dorado de Bogotá para hacer el proceso de inmigración.
Tuvimos la suerte de hacer el proceso de inmigración sentados, posteriormente, nos llevaron en buses a nuestros sitios de destino. Yo llegué extenuada al hotel, pero con la alegría de regresar sana y salva a mí país.